INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN
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Guía para encontrar tus libros en Fenal 32

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Redacción

Toma nota. Este año viviremos una Fenal única, con múltiples sedes en las que podrás encontrar desde venta y exposición de libros hasta disfrutar de presentaciones editoriales en vivo y virtuales, así como eventos artísticos.

Conscientes de que parte esencial de la Feria Nacional del Libro de León son sus expositores, quienes tras la pandemia se presentan por primera vez en una feria del libro, te invitamos a recorrer las tres de las cuatro sedes que albergarán los stands donde podrás adquirir tus libros.

Se trata de la Plaza de Gallos, el Museo de las Identidades Leonesas y la Casa de la Cultura Diego Rivera. A continuación, te decimos qué expositores encontrarás en cada sede:

Plaza de Gallos

El rincón de los libros

SEPRECOM – RBA

El Sepador Inteligente

Nirvana Libros

Librería Axia

Editorial Lectorum

Sélector

Penguin Random House

Océano


Museo de las Identidades Leonesas

Editorial Gedisa

Universidad Iberoamericana León

Ediciones La Rana

Alfaomega Grupo Editor

Grupo Planeta

Sexto Piso

Difoarte Ediciones

Malpaso y CIA

Ediciones Larousse


Casa de la Cultura Diego Rivera

Editorial Kamite

Caleidoscopios Danielito

Sistema DIF León

Astronomía Educativa

Grupo Planeta

Fondo de Cultura Económica

Didácticos SAE

Ediciones Winbook

Librería D´Sideris

Penguin Random House

Combel Editorial

Océano


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La emoción de Fenal

Después de dos años de virtualidad, Fenal vuelve a reunirnos.La literatura nos ayudó a sobrepasar la pandemia, no importa si fue desde una pantalla o un impreso: leer fue un refugio hermoso y seguro para muchas personas y por muchos meses, así que no hay mejor forma de agradecer al arte de las palabras que festejándole a lo grande, haciéndole una celebración donde el centro sea la promoción de la misma. Por este motivo, y con mucha emoción, es un gozo poder decir que la Feria Nacional del Libro de León regresa a un formato presencial para satisfacer esas ganas comunitarias por compartir la pasión del lenguaje, y vuelve a Poliforum León para presentarse y sentirse nuevamente como lo había sido durante décadas, como un punto de encuentro. Si bien la Fenal se ha realizado de manera anual ininterrumpidamente desde su origen, la trigésimo tercera edición comenzará con el mes de julio y con ella volverá la oportunidad de disfrutar momentos marcados por los encuentros persona a persona, por la cercanía entre lectores, autores, editores, diseñadores, investigadores, periodistas, ilustradores y artistas. Este 2022 contaremos con ocho días para que decenas y decenas de expositores nos presuman y conquisten con títulos novedosos y de estreno, con obras reeditadas pero aún vigentes o con libros clásicos que no podemos olvidar. La Feria Nacional del Libro de León nunca se fue, pero la edición que viviremos del 1 al 8 de julio se sentirá como un reestreno y es algo que ningún amante de la lectura puede perderse. El acceso seguirá siendo gratuito y el programa estará marcado por grandes plumas mexicanas entre las que por supuesto destacarán escritores leoneses. Todo esto condimentado con una selección artística que atenderá a todos los gustos y edades, así como los infaltables talleres para pequeños y no tan pequeños. ¡Ya viene!, Fenal 33 ya viene. Ya casi es momento de seguir disfrutando de la lectura en compañía, rodeados por libros y la magia en torno a ésta. Revivamos juntos la emoción de vivir una Fenal más, pero una Fenal como ninguna otra.

Comunicar el arte Entrevista con Liz Perales

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No me refiero al siempre discutible espacio o grado de atención que acapara (siempre escaso), sino a la actitud o predisposición con la que la abordan. Tengo la impresión de que ahora el periodista dedicado a informar de las actividades culturales se confunde más con un publicista que con un informador. Desde las redacciones, la cultura tiende a ser evaluada como una materia «amable», como un ámbito con escasos recursos que, de entrada, hay que apoyar. Y quizá por ello el periodista cultural se olvida de que es un investigador que, entre sus cometidos, figura el de formular preguntas incómodas al artista. Por otro lado, yo devoro los reportajes culturales, crónicas, entrevistas… que me descubren a un escritor, un actor o un músico. El buen periodismo cultural es descubrimiento y si la pieza está bien escrita, no lo distingo de cualquier otro género literario. RCA: ¿Por qué revalorar el periodismo cultural en una sociedad donde se relega al arte? LP: No tengo tan claro que la sociedad actual relegue el arte. Es más, creo que los gobiernos occidentales dedican importantes recursos a financiarlo y hay mucha gente que considera que lo que hace es arte. Pero esa es la cuestión, ¿es arte todo aquello que se dice que es arte? Desde hace cien años, el arte es un concepto que se expande como el gas, sin atender a un canon o reglas académicas, y donde la novedad suele ser lo más valorado por los medios de comunicación y el mercado. Creo que el periodismo cultural puede jugar un papel en señalar cuando en el arte, el rey está desnudo. Otra función importante del periodista es ser un cicerone en la jungla digital. La libre circulación de información y de publicación ha originado un exceso de oferta informativa, devaluando el producto. Está claro que las nuevas herramientas nos permiten ver y difundir lo que queremos, todo a nuestro alcance con un clic. Hoy se necesitan más que nunca de buenas cuadrillas que desbrocen y limpien los caminos hacia la información clasificada y organizada, singular y de calidad. Parece lógico que ese podría ser entonces el nuevo papel asignado a los medios de comunicación: o sea, el de ser editores que seleccionan los temas con criterio, los producen y dan un tratamiento adecuado a los gustos de su audiencia para distribuirlos por canales de pago o gratuitos. De ser así, ¿hay muchas diferencias entre el editor de publicaciones tradicional y el editor digital? RCA: Desde tu punto de vista, ¿por qué mantener los medios impresos en un mundo digital? LP: La revolución digital ha llevado a algunos gurús a predecir el fin de los medios escritos, pero tal vaticinio está por verse, y lo que se intuye es una convivencia todavía larga de los dos formatos. En cualquier caso, este nuevo contexto obligó a modificar los usos y maneras de operar de las empresas de comunicación y sus periodistas. Las empresas vivieron una cierta neurosis propia de periodos revolucionarios: mantenían el marco y la estructura del antiguo régimen mientras facilitaban la entrada y ofrecían el apoyo a los elementos desestabilizadores que les llevarían a un cambio de paradigma. Fueron años de debilidad e inestabilidad, algunas compañías se han arruinado, especialmente las de publicaciones impresas, y muchos periodistas se fueron al paro. Soy optimista y creo que la edición impresa (pienso más en libros y revistas que en diarios) tiene futuro y creo que es mucho más libre e independiente que la digital. Más independiente porque el mundo analógico es más difícil de controlar por el poder, exige de pequeñas inversiones para producir contenidos y su distribución no depende de las grandes empresas tecnológicas, hoy, los amos del universo que dictan qué puede o no publicarse. La edición impresa nos permitirá volver a lo local, a lo vecinal, a lo que nos une, frente a lo global. Por otro lado, creo que hay contenidos para editar en los dos formatos, para editarse solo en digital y para editarse solo en papel. Yo dirijo una editorial desde hace diez años, Bolchiro, que edita en impreso y digital, pero no todos sus libros los publicamos en los dos formatos. RCA: ¿Cuál es el presente y el futuro del periodismo cultural? LP: La revolución digital acabó con el modelo que había y ahora el periodismo busca su lugar. Hoy, Internet facilita que cualquier persona publique lo que se proponga de forma fácil, rápida y económica. Esta es una labor que antes estaba reservada a los periodistas y medios. La situación, aparentemente, resulta favorable para el consumidor y para el artífice cultural. La red da una gran libertad, permite presentar el producto sin intermediarios y entrar en contacto directo con los consumidores/usuarios a través de las redes sociales; sin embargo, estamos viendo que no es exactamente así y que los amos del universo (las tecnológicas) dictan, como ya he dicho, qué se puede y qué no se puede publicar. Por eso, creo que ha sido un gravísimo error que los diarios hayan cedido el prestigio de sus cabeceras y la publicación de sus informaciones a las redes sociales. RCA: Compártenos cinco claves para hacer buen periodismo cultural. LP: 1- Estudia y lee todo lo que puedas. Y mantente en forma con cine, danza, música… lo que más te guste. 2- Sé receptivo a las ideas más extrañas y a las personas más ajenas. 3- Investiga, descubre, analiza. Busca tu propia noticia y sal de los circuitos oficiales o habituales que ofrecen la misma información a la competencia. 4- Pregunta, pregunta, pregunta… Cuestiona a tus interlocutores. 5- Cuida la forma de tu escritura, tu estilo, y si haces televisión, radio o web, también. El periodismo cultural debe replantearse desde su núcleo para ofrecer una perspectiva crítica a las y los lectores; si bien es una herramienta para difundir el quehacer artístico también es necesario para cuestionar, por ello la labor del periodista debe apegarse a ver más allá de los temas y escenarios habituales, y siempre estar informado, como nos comparte la periodista, editora y colaboradora de El Cultural, suplemento cultural del diario El Mundo, y quien estará presente en el Encuentro de Periodismo Cultural a realizarse durante la Fenal 32. Síguela en su cuenta de Twitter @lizperales1 y conoce más de su trabajo, sin duda enriquecedor y que abre el panorama de lo que es el periodismo cultural en sí. 

Contar historias, no importa dónde

Por: Jorge FloresEl mundo se cuenta en historias, algunos usan los libros y otros la pantalla, Chascas se encuentra en medio de estas dos dimensiones, su mente se mueve cómodamente entre una y otra; con el streaming a tope, el autor chileno ha encontrado el éxito gracias a esta fortaleza. José Ignacio Valenzuela, Chascas, es un creador de contenido de 49 años. Desde niño cuenta historias, cuentos que no tienen un contenedor específico. Letras que se convierten en escenas e imágenes que se traducen en texto; siempre tuvo esta facilidad para navegar en dos formatos, habilidad que hoy es el pilar de su carrera. “Cuando yo era muy chico, a los siete u ocho años, escribía cuentecitos; siempre me gustó escribir (…) Cuando tenía nueve o diez un día salí de mi casa y encontré que había camiones, gente, porque estaban grabando una telenovela. La casa de al lado era la de la villana de la telenovela y entonces quedé deslumbrado con todas estas cosas de las cámaras, el director gritando acción, los actores repitiendo las escenas, imagínate mi cara de emoción que alguien me agarró y me subió al móvil de transmisión y yo veía el director que apretaba botones; hasta me regalaron un libreto”, cuenta el escritor en entrevista para la Revista Cultural Alternativas. “Entonces desde muy chico no tuve diferencias en mi cabeza, en mi proceso creativo, en mi tipo de escritura por pasearme por un formato o por otro. Para mí fue absolutamente natural”, recuerda aún con entusiasmo. Pero luego vino un conflicto externo, la sociedad llena de prejuicios y egos que le pintó una línea entre la televisión y los libros, limitando su libertad creativa y construyendo una frontera que para él nunca había existido. Estudiando literatura en la universidad escribió su primera telenovela y con ello llegaron las primeras críticas, sus colegas y profesores lo menospreciaban por haber caído en ese género ‘menor’; irónicamente, años después, cuando ya era un nombre en el mundo de las telenovelas y continuaba escribiendo libros, en el ámbito televisivo lo miraban con recelo. “Despreciaban el género, «¡Ah se puso tonto José Ignacio, se puso tonto, mira tan bien que iba estudiando literatura con sus libros!». Luego me pasó al revés, cuando estaba haciendo telenovelas seguía escribiendo libros, allá en el mundo audiovisual era «se cree muy muy porque ahora saca libros», era una cosa absolutamente delirante”, relata divertido. Al inicio estos prejuicios representaron un problema en su carrera, elegir televisión o libros; pero con el tiempo descubrió que su capacidad para moverse de un mundo a otro, no era una debilidad, sino una fortaleza que se propuso desarrollar. “Decidí que iba a escribir libros que parecieran películas e iba a escribir series que tuvieran referencias literarias, iba a hacer híbridos. Ahora ese conflicto me terminó dando la clave de mi carrera”. Fue entonces que las líneas que dividían esos dos mundos se difuminaron, pero no solo para él, sino para la industria literaria y audiovisual; ahora la televisión busca a la literatura para alimentarse y la literatura toma de referencia las tendencias en el streaming para proponer nuevas historias. Luego de una extensa carrera escribiendo telenovelas para Televisa y TV Azteca, además de una serie de publicaciones literarias; Netflix, el monstruo del entretenimiento en la actualidad, contactó a José Ignacio para la creación de una serie. Así nació ¿Quién mató a Sara?, que se convertiría en el estreno más visto de habla no inglesa en Estados Unidos, que tiene la plataforma hasta el momento (55 millones de cuentas que vieron la serie en su mes de estreno). “Cuando Netflix me llamó en enero del 2019 para ofrecerme escribir una serie, lo único que me dijeron fue «nosotros queremos una serie de suspenso», yo dije sí por supuesto, ¿qué iba a decir? —recuerda con gracia e ironía—, colgué la llamada y me aterré porque dije «esta es la misma gente que hace Stranger Things, que hace The Crown, que hace House of Cards, es la misma gente que está haciendo eso, yo no estoy a esa altura, yo no les llego ni a la rodilla». Entonces me matriculé en la universidad para estudiar guión de streaming para series, por 6 meses”, declara. Chascas fue descubriendo muchas cosas en este proceso. Las telenovelas tenían pocas pantallas y horarios, así que su oferta y temática era muy limitada, en cambio las series pueden verse en cualquier momento y desde una infinidad de dispositivos; la televisión en el pasado tenía segmentado a su público, hoy el streaming le ha quitado el rostro, edad, clase social y género a quien sea que esté frente a la pantalla. Otro diferenciador importante, el presupuesto, una telenovela podría costar tres millones de dólares, un capítulo de una gran producción en Netflix puede costar sesenta millones de dólares. José Ignacio tuvo que reaprender a contar historias ante la prioridad de cautivar a la audiencia; hoy las producciones llegan a todos los rincones del mundo y es imposible saber con quién se está ‘hablando’. Ante esta disyuntiva, el autor buscó el modo de ser universal, de hablarle a todo el mundo y entonces recordó que en México le enseñaron que hablar con un acento, escribir desde lo específico, es siempre más atractivo. “Me acuerdo haber tenido esa discusión de 30 años de estar en México, alguien me dijo «nosotros los mexicanos mientras más nos vemos, más mexicanos nos ponemos, no hablamos en neutro en nuestras telenovelas, nosotros hablamos en mexicano». Y entonces pensé en esa cita de Tolstoi que decía «pinta tu aldea y serás universal»”. Así fue como Chascas ‘se miró el ombligo’ y contó una historia para sí mismo, una historia calculada que se convirtió en un fenómeno, la razón nadie la sabe; el autor hizo una historia de suspenso, corrupción y abuso de poder pensando que esos elementos podrían atraer a la audiencia, pero el ‘qué’ específico que convirtió a ¿Quién mató a Sara? en el éxito que hoy en día es, nadie lo sabe. “Mi instinto me guió para decirle a mi jefe «mira, por ahí me quiero ir, porque siento que con esa manera al menos vamos a minimizar riesgos», pero minimizar riesgos no significa un éxito, ¿cuántas veces yo mismo he hecho proyectos minimizando riesgos y me ha ido pésimo?, no tengo idea qué sucedió con ¿Quién mató a Sara?”; finaliza el autor. José Ignacio Valenzuela, quien vive entre sus éxitos literarios, sus obras en la televisión y ahora el streaming, participará en la Feria Nacional del Libro de León como uno de los invitados estelares.